Silvia Rodríguez Rivero, de los avernos a las alturas

La primera vez que vi a Silvia Rodríguez Rivero fue en un concierto de su esposo, José María Vitier, en la Iglesia Parroquial Mayor de Remedios. Entonces aún no había comenzado a pintar su obra; una peculiar muestra del mundo que rodea el entorno de la familia Vitier-García Marruz.

Por: Mauricio Escuela / Obras: De la artista
1/2/2023

La primera vez que vi a Silvia Rodríguez Rivero fue en un concierto de su esposo, José María Vitier, en la Iglesia Parroquial Mayor de Remedios. Entonces aún no había comenzado a pintar su obra; una peculiar muestra del mundo que rodea el entorno de la familia Vitier-García Marruz. Ella, fascinada por las leyendas locales, recibió un regalo de varios artistas remedianos: pedazos de madera de las ventanas y las puertas que se habían caído fruto del paso del tiempo. Eran apenas restos informes de los que parecía imposible sacar algún tipo de arte. Sin embargo, meses después, en otra edición de conciertos, se organizó en los salones del propio templo la primera exposición, y todos pudieron apreciar el despegue de la artista. Se sabe que en Remedios, desde el siglo XVII, hay una pelea contra los demonios que sirvió de inspiración a Fernando Ortiz para vertebrar una importante obra a propósito. Resulta que, según rezan las actas de varios exorcismos de la época, los diablejos descansan en una de las cuevas cercanas a la villa y amenazan con destruirla y poseer a sus habitantes. En esta imaginería se basó Silvia para concebir sus iluminaciones en madera.

“Una mujer que se aproxima al arte desde la poesía, la música, el cine, el teatro”. Foto: Tomada del perfil de Facebook de la artista

La artista se inspiró en el misterio que se respira con solo poner un pie en la villa, recorrer sus iglesias y hablar con la gente. Así me lo ha dicho varias veces, pues desde aquel primer encuentro Remedios ha estado presente en su familia, en el entorno del cual comenzaron a salir obras fabulosas. La idea era sacar de la madera añeja todo lo que el tiempo le había impreso y darle hermosura. La técnica de Silvia ha fructificado, pues nos dice que el lienzo y el momento parecieran dar a luz. De manera que ella solo es un intermediario por el cual pasa la obra ya fracturada en algún recoveco de la espiritualidad. Este platonismo pictórico no es casual en una mujer que ha crecido desde jovencita en un entorno de creación atravesado por ideas católicas, nacionalistas, origenistas. Aunque podríamos verla como una creadora intuitiva, hay en su pátina el toque profesional propio de una persona culta y sensible, de una mujer que se aproxima al arte desde la poesía, la música, el cine, el teatro. Como los talleres renacentistas, la casa de los Vitier-García Marruz es un hervidero de obras y de creacionismo espiritual que asciende a los más excelsos elementos de la cultura nacional, sin ser ellos nunca superficiales ni tratar con desdén alguna de las esencias patrias, aun las más sencillas o alejadas, como puede ser la pequeña villa remediana.

“Existe una defensa de lo propio que se aleja de demarcaciones mediocres y que no le teme a la complejidad ni al carácter polisémico de la pintura”.

Así, en sus más recientes obras, Silvia se vale de otros temas como la emigración, que tan común y tanto nos golpea hoy. En esas piezas no solo aparecen personajes reiterados en series anteriores, sino que se transmutan y asumen el ropaje de un conflicto que interpela a la nación y que de alguna manera restablece paralelismos con los demonios remedianos. Si antes el foco estaba en ese pasado lleno de diablejos que salen del interior de la patria y que la combaten, ahora hay una búsqueda hacia afuera. En ambas ocasiones existe una defensa de lo propio que se aleja de demarcaciones mediocres y que no le teme a la complejidad ni al carácter polisémico de la pintura. El mar y el color azul sustituyen los tonos ocres y rojizos de los avernos que rodean a Remedios. Hay una angustia más sutil, casi silenciosa en esta temática, la cual queda retratada en los diferentes cuadros.

“El mar y el color azul sustituyen los tonos ocres y rojizos de los avernos que rodean a Remedios”.

Si una parte de la crítica quiere ver todavía en Silvia a una autora naif, es su derecho; otros preferimos asumirla como una especie de demiurgo que convoca a las sombras y las ilumina. Es esta visión platónica, en el buen sentido, lo que realza aún más a la artista y la coloca en el mismo tono profesional que otros tantos. La ausencia de una formación pictórica se suple a partir de una sublime visión desde el alma más honesta, la cual halla en la composición, los colores, la elección de los temas, que consagran e iluminan, que perfeccionan y que dan lustre. Silvia es de las autoras que traza un rayo en medio de la oscuridad y nos permite ver otros ángulos de la realidad, tal y como Platón lo plantea en el mito de la caverna. No en balde el asunto de los demonios en la cueva remediana le fascina, la lleva a pintar y la regresan una y otra vez a la octava villa.

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/silvia-rodriguez-rivero-de-los-avernos-a-las-alturas/