Pórtico, Mediopunto y Vitral: un canto apasionado a La Habana
La expo Ofrendas, de Silvia R. Rivero, deleita a los espectadores en la galería Artis 718 del Fondo Cubano de Bienes Culturales (7ma. y 18, Playa).
Fuente: La Jiribilla, revista de información cultural
ESTRELLA DÍAZ
30/04/2020
La pintora cubana Silvia R. Rivero nos comenta cómo se concibió la mirada plástica de la escena y cuál es el papel de las nuevas tecnologías en función de “Habana Concerto”…
La pintora plástica Silvia R. Rivero en su taller. (José María Vitier/Cortesía de la artista)
Habana Concerto es el regalo que tenía preparado, para finales de mayo, el maestro José María Vitier y que quedó trunco debido al nuevo Coronavirus: el espectáculo se tenía previsto realizar en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, y “tuvo que ser, necesariamente, aplazado hasta que las condiciones reales lo permitan”.
El concierto para orquesta sinfónica fue concebido con una visualidad muy particular, y esa es la razón por la que, gracias a las bondades del correo electrónico, conversamos con la pintora Silvia Rodríguez Rivero —también investigadora, escritora, poeta y directora artística y productora discográfica del pianista y compositor José María Vitier, con quien comparte su vida desde la temprana juventud.
Silvia, una mujer de exquisita sensibilidad, nos comenta cómo se concibió la mirada plástica de la escena y cuál es el papel de las nuevas tecnologías en función de Habana Concerto.
“Desde el mes de agosto del pasado año, José María comenzó a componer Habana Concerto y, casi, desde el inicio empezamos a imaginar la visualidad de la obra. Yo quería que la música —que iría recorriendo la sonoridad de la ciudad en sus cinco siglos de existencia— fuera acompañada por una narración visual de su evolución, algo así como si La Habana nos contara su historia con imágenes y música.
Con ese fin contactamos con la profesora, curadora y crítica de arte Moraima Clavijo, profunda conocedora de la arquitectura, la historia y el arte generado en la Habana en estos siglos, para que nos hiciera una selección de imágenes, con las cuales se pudiera ir creando una narración poética de la evolución de nuestra ciudad, siguiendo el trazado inicial de sus calles, sus murallas, sus pórticos, la luz a través de sus vitrales, de sus arcos, de los mediopuntos que coronan las puertas coloniales, de sus balcones, del andar de su gente, de los rostros, del mar que la baña y de todo aquello que nos hace amarla.
Ya teniendo estas imágenes y acercándose las fechas de estreno hablamos con José Manuel García, que tendría a su cargo la realización del DVD y con Rolando Almirante para la dirección artística del concierto. Muy pronto Almirante incorporó a un juvenil y maravilloso equipo de trabajo que se encargó del diseño de la escenografía y a través de técnicas muy novedosas, nos propusieron hacer un trabajo creativo con dichas imágenes, así como con unos cuadros que yo había pintado inspirados en la obra.
A través de tres pantallas led suspendidas encima de la orquesta se irían proyectando —de forma fragmentada— esas imágenes, las cuales gracias a un sistema computarizado irían siguiendo el ritmo y la intensidad de la música, variando a veces los colores, la profundidad de las sombras, acelerando o retardando la secuencia de las imágenes, tal como lo fuera sugiriendo la música, para consolidar la integración entre sonido e imagen que facilitara la comprensión y enfatizara la emoción que, en sí misma, contiene la obra Habana Concerto”.
– Háblenos de las tres obras que concibió para acompañar Habana Concerto: Pórtico, Mediopunto y Vitral. ¿Qué diferencia o distingue a cada una de ellas?
– “Desde que José María comenzó a componer esta obra, desde el surgimiento de las primeras notas, fue un incentivo inmenso para mí la creación pictórica. Trabajé intensamente, escuchando y dejándome llevar entre fugas, contradanzas, habaneras, estimulada por las sonoridades del barroco entremezclado con lenguajes absolutamente contemporáneos, sugerentes, misteriosos; de repente tenía terminada la exposición que presenté en noviembre pasado en Cayo Hueso, Estados Unidos y que aún continúa allá. Una vez que regresamos, José María comenzó a trabajar en la parte final de este concierto que está a cargo del piano como solista.
Yo estuve dos meses con una limitación física provocada por una caída que me impidió pintar, no obstante, durante ese tiempo surgían imágenes en mi cabeza siguiendo la música. A finales de enero comencé con un cuadro pequeño, una madera pintada en acrílico y barnizada. La titulé Tras las rejas, y quise incitar con ella la interrogante de quién estaba realmente libre, ¿el que mira o los personajes que aparecen en un bello jardín tras las rejas? Una pregunta que viene ahora, quizás, a ser más reveladora en esta etapa de cuarentena que estamos viviendo en la que la libertad y las opciones las debemos buscar más dentro de nosotros mismos que en los espacios supuestamente libres.
Ya la obra musical llegaba a su fin y yo coordinaba la realización del concierto, preparaba las maquetas con instrumentos digitales y hacía las particellas: es que desde siempre he ayudado a José María en esa parte del trabajo. En la medida que otros se incorporaban al proyecto y que todo iba quedando a punto, me quedaba tiempo para poder pintar lo que andaba en mi cabeza”.
– ¿Cuál es el hilo conductor entre las obras realizadas, especialmente, para este concierto?
– “Hay dos hilos conductores de las tres obras pictóricas que realicé: la música y La Habana”.
– Estas piezas fueron inspiradas luego de hecha la música de Habana Concerto. En otras palabras, ¿fue la música quien condujo su mano sobre el lienzo?
– “Habana Concerto se divide en tres partes: Pórtico, Mediopunto y Vitral. Decidí hacer una obra pictórica para cada parte que resumiera visualmente la sonoridad y el sentido que tenía en mí.
No las pinté en ese orden, realmente la primera que surgió fue Mediopunto. Una obra en acrílico sobre lienzo de 100 x 70 cms. Musicalmente esta parte corresponde a lo que podemos llamar el segmento del concierto dedicado al violín, que para mí es la parte más emblemática del mismo; es una bellísima habanera con una melodía arrobadora. Fue esa habanera la inspiradora de la obra pictórica y la expresé como una mujer habanera armada con la Cruz de Calatrava en alusión a La Giraldilla y coronada con un mediopunto, donde puede verse la ciudad en azul y, entre los rojos del vitral, una palma real solitaria.
Terminada esta y aún con el lienzo húmedo, preparé el boceto de Vitral. Surgían las ideas como guiadas por la música, con una fluidez inusual. Nunca había pintado un vitral, es por eso que este cuadro marca una diferencia en mi estilo, en mi forma de expresión, en mi pincelada e, incluso, la paleta de color se vuelve más intensa y desprejuiciada, quizás justificada por los vivos colores que usualmente cobran los cristales del vitral cuando los atraviesa la luz. La técnica usada es acrílico sobre lienzo y mide 100 x 70 cms.
Vitral, en la obra musical, es lo que llamaríamos la parte correspondiente al concierto de piano y es el final de la obra. Este es un canto apasionado a La Habana y yo quise representarlo en un vitral habanero con la figuras de una familia, una trinidad amorosa que se abre en un paisaje en el interior de su ropaje, como una historia dentro de otra historia. Los colores azules de La Habana se mezclan con los rojos y amarillos de sus atardeceres: eso es para mí La Habana vista en Vitral.
Pórtico, musicalmente corresponde al concierto de flauta que pasa del mundo barroco de los inicios fundacionales de la ciudad, al surgimiento de la contradanza con la que termina esta parte de la obra.
Fue muy alentador para mí que en esos días nos visitara Niurka González, virtuosa flautista a cargo del papel solista. Niurka vino a ensayar con José María y la flauta real —con el sonido incomparable de esta intérprete, mezclada con la orquesta digital que salía de la computadora— iba dándole sentido a todo y me permitía imaginar exactamente cómo iba a sonar aquella música maravillosa. Le hice fotos y empezó a surgir en el lienzo la arquitectura de un pórtico enloquecido de música, flores, alegría de una ciudad cautivadora, llena de personajes insólitos y sorprendentes que llenaban de sonido los portales de lo que es para mí La Habana”.
– ¿Cuál es la ganancia mayor que ha quedado luego de concluido este trabajo?, ¿satisfecha con los resultados?
– “Podría decirte que el trabajo no ha concluido aún, porque justamente cuando todo comenzaba a materializarse —días antes del estreno del concierto y la exhibición de los cuadros— la pandemia paralizó al mundo.
Pero, como me preguntas cuál es la mayor ganancia, sí te puedo contestar, porque la mayor ganancia es la creación y esa sí está terminada, esa creación nos llenó de ilusión durante muchos meses, y quedará para siempre en nosotros cada vez que oigamos la música o miremos los cuadros que surgieron de ella. Sin dudas, esa es la satisfacción mayor. Nada se le iguala”.
– Según tengo entendido acaba de concluir una obra titulada Invocación al Ángel de la salud, ¿ha sido una pieza nacida en las actuales circunstancias, o sea, inspirada en la pandemia que enfrenta hoy la Humanidad?
– “Las primeras semanas de la cuarentena a causa de la pandemia quedamos paralizados. Veníamos de un trabajo muy intenso, a punto de un estreno que se deshizo y nos quedó como un vacío. Desconcertados no parábamos de oír las noticias, llamar y recibir llamadas de amigos de todas partes del mundo deprimidos por una situación a la que aún no se le ve un fin claro.
Hubo un momento en que empezamos a recobrar nuestros hábitos de trabajo, José María comenzó a componer y a estudiar el piano. Yo tomé el bastidor más grande a mi alcance y le monté un lienzo.
Comencé a hacer una plegaria. Es la segunda que hago. Hace muchos años escribí la Plegaria a la Virgen de la Caridad del Cobre, que aparece en La Misa Cubana. En esta ocasión fue una plegaria pintada al Ángel de la Salud. Utilicé el estilo que había usado semanas atrás en el cuadro Vitral, para enfatizar el contexto religioso de esta plegaria.
En esta ocasión la figura central es un Ángel de espaldas que no escucha a los que ruegan a sus pies desde una barca sin mar. El caduceo, símbolo de la medicina, rodea el vitral. Compartí este trabajo en Facebook como muestra de lo que hacíamos los artistas en nuestro encierro y sentí que esa plegaria personal se multiplicaba en cientos de voces”.
– En el verano del pasado año conversamos sobre una exposición que se exhibiría en Cayo Hueso, ¿en qué punto quedó ese proyecto?, ¿se logró materializar?
– “La exposición se hizo, se tituló Solo dar gracias que fue una frase que usaste como título de la entrevista realizada por ti y publicada en su momento. A los organizadores de Cayo Hueso les encantó ese titular y lo tomaron para denominar la exposición.
Se hizo en uno de los salones de Key West Studio. Fue una experiencia preciosa y tuvo muy buena recepción de público. Las obras aún continúan en Cayo Hueso, expuestas ahora en la Galería On Green de nuestra amiga y galerista Nance Frank. Todo ha quedado en stop motion si usamos un término cinematográfico para describir cómo toda la actividad artística se ha paralizado como consecuencia del nuevo Coronavirus.
Esta muestra nos propició conocer esa hermosa tierra tan vinculada a nuestra historia patria y desde el punto de vista familiar, fue una oportunidad única de visitar el sitio donde nació Cintio Vitier, el padre de José María. También accedimos al sitio en el que murió la poetisa y pintora cubana, Juana Borrero, y donde José Martí dejó una huella indeleble que aún se hace sentir en la memoria y en el cariño de los habitantes de Cayo Hueso hacia Cuba”.
– A nivel de familia y a nivel de la creación artística, ¿con qué herramientas emocionales está enfrentando al nuevo Coronavirus?
– “Pienso que todas las personas que están al tanto de las noticias a nivel mundial y nacional, están profundamente preocupados por las consecuencias que está teniendo esta pandemia: por los enfermos, los muertos, la saturación de los servicios médicos y también la incertidumbre de cuándo acabará y en qué situación económica quedarán los países después que pase la pandemia. Sin embargo, esta preocupación trato de que no sea paralizante, ni que me consuma, por eso me fuerzo para pensar y trabajar, creando, pintando, porque cuando todo esto pase lo que va a importar no es lo que sufrimos, sino qué logramos hacer”.
– ¿Cómo ve el mundo después de la COVID-19?
– “La COVID-19 ha sido y es un estremecimiento de los cimientos del mundo actual, desde las estructuras políticas y económicas de los países hasta los hábitos de vida de cada ser humano.
La lógica hace pensar que el mundo debe plantearse cambios profundos para eliminar desigualdades, mejorar el medio ambiente, pretender un desarrollo más equilibrado entre todos los países y fortalecer los sistemas de salud a nivel mundial. Sin embargo, la propia reacción de algunos gobiernos no da muchas esperanzas de que ocurran cambios profundos de forma generalizada en el mundo. No obstante, creo que la huella que esto ha dejado en cada persona no va a ser olvidada; creo que vamos a ser más solidarios, menos consumistas, más cuidadosos con el medio ambiente, que es serlo —también— con nuestra higiene y nuestra salud. Quizás esos pequeños cambios individuales ayuden también a abrir un nuevo camino para el mundo”.
– ¿Planes?
– “¡Quién sabe!, hay que esperar a ver la luz del final de este caos mundial. Seguramente lo primero que intentaremos hacer es grabar y hacer el estreno de Habana Concerto para el que tan vehementemente hemos trabajado”.
Vitral. Acrílico sobre lienzo, 100 x 70 cms. (Cortesía de la artista).
Mediopunto. Acrílico sobre lienzo, 100 x 70 cms. (Cortesía de la artista).
Tras las rejas. Acrílico sobre madera, 68 x 50 cms. (Cortesía de la artista).