Exposición Sueños en vilo
La primera vez que vi a Silvia Rodríguez Rivero fue en un concierto de su esposo, José María Vitier, en la Iglesia Parroquial Mayor de Remedios. Entonces aún no había comenzado a pintar su obra; una peculiar muestra del mundo que rodea el entorno de la familia Vitier-García Marruz.
26/11/2021
BIBLIOTECA NACIONAL DE CUBA
Por: Pedro E. Rizo Peña
Consejo Nacional de las Artes Plásticas. Cuba.
En la obra de Silvia como en la poética de Cintio Vitier, está implícita la infinita búsqueda de los humanos al sentido de la existencia desde la espiritualidad. Lo sobrenatural, lo sagrado, la fe, son elementos que están presentes en cada una de estas piezas que hoy se exponen en la sala “El Reino de este mundo” de la Biblioteca Nacional, en homenaje al centenario de ese gran poeta que es Cintio. Recorrer en silencio esta exposición es descubrir una conexión con lo invisible, creándose una experiencia cercana a lo místico. Los colores, temas e imágenes suscitan esa atmósfera que al ritmo de la música sacra nos mueven en el tiempo y el espacio a una tierra sagrada. Un jardín del Edén, donde personajes viven escenas de un realismo mágico inesperado, junto a árboles, animales y otros elementos de naturaleza onírica.
Siempre es interesante descubrir el mensaje oculto en la obra de Silvia R., desde aquella exposición “Ofrendas”, de las que vuelve a proponer piezas, hasta esta “Sueños en vilo”. Los retablos nuevamente son el eje que permite descifrar las ideas de la artista. Estos describen momentos mágicos, que dialogan con las escenas de los lienzos -y otros soportes- donde, como parábolas visuales hay enseñanzas miles sobre la vida, el amor, la familia, el deseo, el dolor y cuantos sentimientos humanos somos capaces de interpretar.
La fe religiosa de esta familia, de la cual no escapa la artista, logra impregnar en cada pieza una belleza pura, que no aspira a grandes reconocimientos ni a trascender, sino a explicitar el sentimiento como principal motivación. Esta vez se hace acompañar con la lírica poética que son los poemas de Cintio, cantos a la belleza de ese sol del mundo moral. Sin dudas la lectura de cada poema es un desafío a descubrir la interrelación entre la métrica del poeta y las pinceladas de la artista, reconocer donde estuvo primero el trazo que inspiro el texto o donde la poesía fue la causa de la imagen. En cualquiera de los casos, el espíritu de Cintio está presente en cada rayo de luz que irradia la escena de cada lienzo.
Si algún “pero” pudiera ponerse a esta exposición, sería no ser un espacio más amplio de galería para dar distancia a cada pieza una de otra, para mayor apreciación, pues la obra de Silvia lleva detenimiento para su real visualización. Tal vez una selección más estricta hubiera privado a los visitantes de disfrutar la prolífera obra de la artista, sin embargo, favorecido potenciar piezas de más reciente factura que van dando una mirada más exacta del quehacer artístico de Silvia. Se agradece la posibilidad una vez más de entrar a ese “pequeño reino que se llama Silvia”.