Exposición 2021 / Sueños en Vilo

Una de las actividades principales que tiene lugar con motivo de la conmemoración del Centenario de Cintio Vitier, es la presentación de una exposición personal de la artista Silvia Rodríguez Rivero en la Sala El Reino de este Mundo, de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Esto no sólo constituye un feliz acontecimiento que exalta el lazo familiar y espiritual de la pintora con el poeta, y de este con la institución que le fue tan cercana y querida, sino que llena de luz y de colores esta celebración.

Por: Moraima Clavijo Colón

Exposición Sueños en Vilo
Exposición Personal de Silvia Rodríguez Rivero
Homenaje al Centenario de Cintio Vitier
Galería El Reino de este Mundo.  Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.

La mayor parte de las obras de esta exposición pertenecen a los años 2020 y 2021, muchas de ellas nunca vistas o sólo mostradas en exposiciones de acceso limitado, producto de estos ya largos tiempos de pandemia. Las más recientes han sido inspiradas en poemas de Cintio, cuyos fragmentos remiten a las imágenes, y a la vez los títulos le rinden homenaje.

Sueños en Vilo, obra mayor que da nombre a la Exposición, es también una pieza resumen del lienzo de la vida misma, y de lienzo y de vida se trata. La Habana marcha airosa con la Cruz de Calatrava y con un violinista solitario en la cola de los edificios que lleva en su falda, el árbol de las copas protectoras emerge con sus ramas horizontales y el globo se eleva llevando tal vez algún sueño extraviado. La figura principal mira de frente, va callada como el poeta concibió la nostalgia, pero en su tocado se pierden varios caminos como si condujeran a sus sueños que no acaban, quedan en vilo. La armonía formal de los colores en verdes y ocres aportan calidez al conjunto.

En El fuego de las palabras los rostros se queman, mientras en sus tallos ardientes están escritos los versos, y solo un ángel escapa del incendio. Estáticos o en movimiento, los rostros y los cuerpos sugieren una imagen dantesca, que el poeta florentino concebía como destino de algunos de sus personajes, aquí convertidos en auténticas brasas.

La naturaleza, especialmente el mar y la vegetación, asoman con frecuencia en las obras. Desde la soledad un árbol, a partir del poema de Cintio Vitier titulado Un extraño honor, convierte su tronco en manos que intentan proteger a las cabezas florecidas. Así se encuentran los almendros en su Navidad, en otra de las obras, pletóricos de flores sobre los personajes y ocultando puertas cerradas en los árboles posiblemente a todo mal, para que reine la música.

Otra de las piezas mostradas en esta ocasión inspirada directamente en la poesía de Cintio, es la denominada Santo Olvido. La figura protectora extiende su ala sobre el que será exculpado, sin mordazas ni vendas explícitas, el rostro es apacible, ojos y boca cerrados en su confiada quietud.  Con infinita dulzura lo atrae a su redil, y la imagen superior centellea, en una composición de simetría casi renacentista.

Complicidades y De esperanzas y esperas ven la luz prácticamente al unísono, ambas de gran formato y acabada elaboración. La primera, con grandes figuras que se interconectan en miradas cruzadas, creando ese necesario vínculo secreto, en espacios planos de tonos discretos. La artista exalta la relación humana en etapas difíciles como la actual, donde es tan necesario el apoyo de los semejantes. El título de la segunda obra, se expresa en la metáfora de una escalera incierta e inacabada, pero por donde al final, se sube para llegar a alguna parte que queda fuera de nuestro alcance, o se permanece en los descansos que a veces también se dan en la propia vida.

La música está siempre presente en su obra. De manera natural ha formado parte de su vida, preponderante entre las artes, aunque todas le han sido cercanas. En los inicios del año 2020 debía estrenarse una obra para formato sinfónico e instrumentos solistas titulada Habana Concerto, del Maestro José María Vitier, su compañero de vida por casi cinco décadas. Para la ocasión se concibieron tres cuadros en correspondencia con iguales momentos de la música, estos fueron PórticoMediopunto y Vitral.  Estas imágenes alusivas a sus títulos, de gran belleza formal y coherentes en su conjunto, representan la interpretación plástica de esa música fabulosa dedicada a homenajear a La Habana en sus 500 años, a su Historiador Eusebio Leal y a Cintio Vitier en su Centenario. Con su violín será interpretado el segundo movimiento del concierto, cuando se produzca su estreno absoluto.

La religiosidad forma parte de la espiritualidad y de su propia tradición familiar de la artista. Nuestra Patrona se muestra en muchas de sus obras, aun en las más tempranas, explícita o sugerida por el color amarillo, que identifica a Oshún en el sincretismo que nos es propio. La Virgen triste es casi ingrávida, discreta, callada como corresponde a su ánimo, sus tonos son pasteles, basta su presencia, no es necesario nada más.

Una profunda reflexión de Cintio ha dado título y motivo a su obra La Balanza y La Cruz, en homenaje al poema homónimo. La ambigüedad de este símbolo sagrado lo convierte en una espada filosa martirizando el cuerpo de un ángel crucificado que intenta lograr un difícil equilibrio entre los personajes irreconciliables que se apilan en los frágiles platillos. Tal vez los que ya están en el vacío son mas libres, y ya no tienen que contribuir con sus razones, a mantener un estado de cosas falso e imposible.

Solo vistos en Trinidad hace unos meses, las pequeñas obras inspiradas en los versos de Gastón Baquero dedicados a Fina García – Marruz, se han traducido en imágenes hermosas y poéticas en una unidad indisoluble entre la imaginación y el pincel de la artista.

La figura humana reitera su aparición en las obras. Como convocadas por la artista, en El Reino del Caos, muchas giran en torno a un eje imaginario, como empujadas por el viento en espiral. Al centro, sin embargo, un árbol acoge a dos, que podemos pensar que volarán, ya que el árbol exhibe sus raíces y estará igualmente a merced del torbellino que le rodea.

También los Guardianes del bosque, obra de gran formato con figuras de escala gigante, custodian la foresta y sus habitantes.  Hace falta que igualmente puedan proteger a los personajes que se refugian de día o de noche En la Copa del Arbol I y II, donde la artista ha querido abrigarnos hasta que el mundo vuelva a ser al menos similar a lo que era.

En la obra Un tornado en la Habana, realizada inmediatamente después de que este fenómeno devastador e inusual asolara una parte de la ciudad, está la naturaleza en su furia destructiva, que arrasa todo lo que encuentra a su paso. La sensibilidad de la artista se ve profundamente herida y plasma, en tonos predominantemente grises, lo que dejó a su paso en apenas unos minutos este episodio tan siniestro como inesperado. El testimonio posterior de algunas de sus víctimas acerca de la obra, sorprende por su identificación con las imágenes del cuadro y la realidad vivida.

La pintura de Silvia crece en dominio formal, incorporación de nuevos temas, y a la vez fidelidad a sus personajes iniciales. De una infancia a otra infancia, retoma la perspectiva en diagonal, ya vista en obras anteriores, como El camino de Santiago, que le es tan querida. Esta vez es la soledad de un solo niño que corre entre vidrieras desde donde lo observan figuras algo desdibujadas, a manera de una escenografía. Predominan los tonos ocres, donde resalta el blanco en el plano central.

Testimonios de etapas anteriores y más conocidas por el público aparece una de sus más bellas Ofrendas, tema que marcó una de sus exposiciones internacionales de gran relieve. Aquí se exhibe también Mandala, cabeza que sostiene el mundo con rostro sereno intentando ese peligroso equilibrio, pieza que conserva en su colección personal.

El piano, de 2018, es un protagonista de la obra del mismo nombre, como el instrumento en si puede serlo en la música misma. La inusual vista aérea de la composición, sitúa al ejecutante en un plano superior, dueño absoluto de los sonidos que vamos a escuchar. Dentro del área negra de la tapa aparece una figura, y se ubica de fondo un apenas perceptible paisaje del malecón habanero en una noche de luna llena.

Casi desde el inicio, la pintura de Silvia ha buscado otros soportes. Maderas a manera de dípticos de fecha muy temprana, anuncian lo que serán más tarde sus misteriosos y extraordinarios retablos, verdaderas esculturas policromadas y desmontables, de tres partes por cada lado, con elementos añadidos a manera de chimeneas, pequeñas y ocultas gavetas que develan posibles secretos, y elementos articulados, todos vinculados al conjunto.

Estas obras requieren una minuciosidad de orfebre, y combinan la madera con el lienzo de forma armoniosa y casi imperceptible. Abiertos y colocados al centro de un espacio, son de una belleza plástica extraordinaria y nos comunican una narrativa, que es posible interpretar de acuerdo con el título y el tema, e incluso crear historias diferentes o hasta propias. En esta ocasión, el espacio nos permite exhibir una buena selección de ellos, y dos especialmente nuevos, el de mayor formato, La isla que habita en mí y el de pared denominado Si no fuera tu mirar.

La isla que habita en mí es una pieza de grandes proporciones, y coronada por un pequeño techo a dos aguas al centro, también sobre planos ornamentados. De una parte, el protagonismo absoluto de la figura femenina, en una novia cuya falda es de olas, con tocado de paisaje y el Malecón, que se hace explícito a través de la figura mestiza que aparece en uno de los laterales. Con el Morro a la cabeza, balancea el conjunto con otro rostro que exhibe un sombrero en forma de velero. La sombrilla invertida y el árbol arrancado no aparecen por primera vez en su obra, pero son motivos que pudieran hasta constituir piezas independientes, por su significación y sus composiciones cerradas. La otra parte de La isla es la orilla, nuestra frontera, con la vegetación que nos caracteriza y un globo que se eleva hasta el remate de la obra. Un pirata acecha la costa y las figuras ornamentadas, sello indiscutible de su lenguaje, completan el conjunto.

Su último retablo, Si no fuera tu mirar, una vez más muestra las orillas, con toda la simbología que encierran, como reposo, límite, reflejos de lo terrenal. Triunfa el amor orlado de árboles y luces que conducen al sol, en contraste con la oscuridad de sus puertas cuando se cierran custodiadas por dos perfiles. También en su par llamado El Árbol de las ofrendas, igualmente de pared y de similar tamaño, las puertas al cerrarse nos sorprenden con unas cenefas pompeyanas, quizás en ambos casos para distraernos del motivo interior que ocultan.

Otras maderas también tendremos aquí, desde obras más recientes, de formato horizontal y escala relativamente pequeña, hasta una ventana de la octava Villa, San Juan de los Remedios, que intervino hace varios años y apenas ha sido exhibida con anterioridad.

A propósito del Centenario de Cintio Vitier y de la presente exposición, el Taller René Portocarrero editará una carpeta, que también constituirá una obra en sí misma, a la vez que guarda una edición limitada de recreaciones en serigrafías de las siguientes: VitralOfrendas IITras las rejasA Contracorriente y un detalle de la pieza Sueños en Vilo.  Cinco poemas de Cintio Vitier completarán este conjunto, un exquisito legado a esta conmemoración.

Lienzos, maderas y grabados, han sido las técnicas sobre las que ha desplegado la artista esta vez su trabajo creativo. Sin perder el lenguaje que la identifica, ha incursionado con éxito en distintas manifestaciones, variando sus formatos, evolucionando en sus maneras de delinear las figuras y aplicar el color, pero a partir de formas de expresión que la definen en el uso de sus temas y la manera de abordarlos. La irrealidad de sus composiciones, llenas de poesía y de sueños en el despliegue de criaturas que giran a su alrededor, mares que nos recuerdan que permanentemente flotamos, ángeles y mujeres que vuelan, la vegetación que invade los espacios, la música que hasta salpica de notas sus cuadros, celosa cuando no tiene el protagonismo absoluto.

Algunas de sus exposiciones se han exhibido en jornadas memorables, como lo fue la presentada en ocasión de los 500 años de La Habana, pero con un sentimiento aún más cercano, familiar, propio e íntimo, dedica esta al Centenario de Cintio Vitier, con la inspiración de su poesía, la admiración que tributa a su personalidad, y la belleza de un profundo amor filial.