Exposición 2014 / Como el agua misma / Sobre performance realizado con Zaida del Río

“Una exposición tiene que ser un acto de fe, una afirmación o una negación. Nunca debe aparecer como una serie inconexa de puntos suspensivos”.

Guy Pérez Cisneros

Por: Mylena Suárez
(Mayo 2014)

Unidas por el agua, con el pretexto de crear a dos manos un cuadro homónimo, confluyeron Silvia R. Rivero y Zaida del Río cual esencias divergentes y al mismo tiempo emparentadas, como la sobrecogedora fusión agua de río / agua de mar. Silvia R. Rivero / agua de río: delicadeza, pincelada dócil, tino, remanso pictórico que pareciera no despertar del letargo si no en la contradictoria, hasta «peligrosa», unión con esa otra especie de agua, la de mar / Zaida del Río: desenfreno creativo, dominio sagaz de la técnica, paleta diestra, provocadora, acechante.

Convertida el agua en el pretexto para celebrar la existencia o la esencia femeninas, la coincidencia de estas dos grandes mujeres se nos muestra emotivamente reveladora: mar embravecido, la una, serena, apacible, y a la vez alentadora corriente de río, la otra. La reciente incursión de Silvia R. Rivero en la pintura devino reafirmación identitaria y estética, interpelada esta vez por la experiencia y habilidad creativas de una artífice del lienzo.

Si tomamos en cuenta que los admiradores del arte pictórico encontramos pocas oportunidades de asistir como espectadores activos al momento mismo de la creación, hallamos el primer mérito de esta acción plástica. Pero si consideramos tal coincidencia en toda su dimensión, lo cual no solo implica presenciar el acto creativo mismo, sino aguzar los sentidos hasta penetrar la esencia de personalidades tan diversas, logramos definir lo trascendental del encuentro.
Dos mujeres que versan con pinceladas sobre el agua, como el agua misma, animadas por el impulso creativo y la amistad aludida, y que traslucen, mientras pintan, toda su anchura emocional. Desenfrenada y ágil una, temerosa y sosegada la otra, agudas ambas.Rostros de mujer; azul, verde, amarillo y rojo predominantes, mezclados, deslizados a ratos fuera de sus predios hasta lograr la plena coincidencia o un contraste evidente de estéticas aunadas. Hacia y desde el lienzo, mujeres habitadas por mujeres; mujeres que discursan sobre sí mismas; mujeres pez, alas, flor, árbol, lágrimas, ocultamiento, invención, resurrección.

De Zaida y su detenimiento recurrente en la figura femenina se ha dicho: «Zaida entre las lianas, las flores y las hierbas; Zaida entre los pájaros que hacen música como la hace ella al cantar, esconde —o enseña, según se quiera ver el asunto— su cabeza […]cabeza que complementa y da término natural al cuerpo de la mujer.

De Silvia y sus recientes entregas como artista plástica, también centradas en la recreación exhaustiva, innegable, de lo femenino: «una fuga quimérica, ilusoria, hacia un “reino indisoluble y grave”…que nace de una momentánea ensoñación, de esa “amarga inocencia”… resorte-acertijo que te salta encima sorpresivamente para colocarte ante preguntas inusitadas.

Unidas por el agua, ensoñación momentánea, cómplice, extendida a dos manos sobre un lienzo devenido espacio natural en el que estas mujeres, las artífices o las surgidas, se reinventan cual atractiva superposición, reflejo heterogéneo de esencias, confluencia de femineidades, entrelazamiento verdeazul.

Cuadro / pretexto, espacio de afluencias, multiplicidad semántica o riqueza alusiva que convoca a la inquieta contemplación. Mujeres / agua reinventadas en una suerte de unión o desembocadura pictórica, matizada por la improvisación de valiosos acordes: los del Vitier esposo y amigo. Asalto o acecho de pinceladas que no obstante conservan la naturaleza de estas dos aguas. Agua de río en dirección reticente hacia el mar; mar tempestuoso que la acoge o invade.