Entrevista Rosa Miriam 2015 Cubadebate

Afirma que cualquier labor creativa se puede —y quizá se debe— hacer desde la poesía. Su pintura, su trabajo en la música y todo lo que ha hecho “han querido ser expresiones poéticas”.

Fuente: Cubadebate
Rosa Miriam Elizalde
Septiembre 2015

Silvia nos muestra algunas de las obras que está preparando para una próxima exposición, y de eso hablamos, aunque la conversación sigue la estela del diálogo con José María.

¿Por qué la Virgen de la Caridad tiene ese peso en tu vida y en tu arte?

Llegó a mí como a la más humilde de las cubanas. Eso no estaba dentro de mi esquema. En mi primera infancia tuve una formación católica, fui bautizada, hice la primera comunión, la confirmación, pero no tuve después una vida religiosa. José María te contó la historia de nuestro hijo. ¿Por qué recurrí a la Virgen de la Caridad? No te puedo decir, no podría.

Queríamos dar gracias. Por eso se hizo la Misa Cubana, por gratitud. Siempre hemos pensado que un estado espiritual positivo es lo que más te ayuda a salir de una situación difícil. Mi hijo estaba en el salón de operaciones, yo no sabía qué iba a pasar. Aferrarme a ella me dio esperanza, me dio paz, me dio la sensación de todo iba a salir bien. Esa sensación no la olvido, y cuando mi fe declina, sabe Dios por qué, trato de recordarlo. Esa fuerza positiva que da el amor, en aquel momento,  dio resultados prácticos. Mi hijo no solo salió bien, sino a pesar de que el médico nos dijo que él no podría estudiar al menos por un año, Adrián al mes se estaba examinando en la Lenin de todo. Y terminó siendo el primer expediente.

– Y es un gran poeta, pintor, traductor y editor de una revista maravillosa, adorada por Cintio, La Isla infinita.

– Es muy especial y ha tenido su camino independiente hacia la fe. Fíjate que la Misa cubana, que fue como una acción de gracias por aquello que habíamos recibido, salió como cinco años después, tiempo que necesitamos para entender qué nos había pasado. En el 95 le dije a Jose: “Ya no podemos seguir esperando, hay que dar gracias”, en un momento en que no era bien visto todavía hacer una misa católica, y además, la queríamos estrenar con una misa oficiada, porque era para eso.

En muchos casos la presentación de esta obra en distintos países, se ha debido a acciones de gracia de otras personas, mayormente desconocidas, que hallaron casualmente en la Misa Cubana consuelo y fe. O sea,  lo que uno hace se revierte. En latitudes diversas, en continentes que ni siquiera nosotros hemos visitado, muchos la han hecho suya por razones personales, no sólo artísticas. Puedo hablar con desenfado de la belleza de la obra, porque no la siento como un mérito nuestro. Hemos sido objeto de una inspiración que sabe Dios de dónde viene y de a cuántas almas toma. No es una obra que uno sienta que es de José María y mía, no. Le ocurre a todos los que han participado, la sienten suya y hablan de ella como propia.

– Silvia, pero tú no solos has escrito la letra de la música de José María, de mérito indiscutible, sino que también pintas, y tienes una obra impresionante.

– Es otra cosa rarísima. Hubo un momento en que le dije a Jose: “No puedo más”. Llevaba mucho tiempo con un enorme peso. Le dije: “He dejado a un lado mis intereses, lo he subordinado todo por la familia, por la sobrevivencia, por tu carrera, por todo; no puedo más, no puedo seguir lidiando con la mediocridad, con lo imposible. No sé cuánto me queda y no quiero que esto sea lo único”. Mi esposo, por supuesto, me entendió. Necesitaba volver a la locura que era mía, la que me tocaba a mí, con la que yo vine al mundo. 

Empecé a escribir, a recopilar muchas cosas que tenía escritas y a escribir otras, doscientas páginas en un mes, una cosa así enloquecida. Y Adrián prometió darme unas clases de dibujo. Le dije: “Si pudiera pintar, no perdería un segundo”. Comencé las primeras clases con Nerea Rodríguez Vera, una gran dibujante. Recuerdo la primera vez que tuve el pincel en la clase, y lo sentí como un objeto enorme, como si lo viera con ojos de la infancia. Empecé a llorar. Y luego ya no pude parar. Fui a tres clases y a partir de ese momento comencé a dibujar tímidamente algunas cosas, a estudiar de manera autodidacta, a pintar mucho en la casa. Me daba cuenta de que podía pintarlo todo sin parar, en una hojita, con lápiz y papel, y me pasé un mes en eso, y salió el primer lienzo.

– ¿Con qué motivos?
– Empecé pintando ángeles, que hacían cualquier cosa, que vivían conmigo, en una claridad bastante mágica, nunca perturbadora. La pintura me provoca un estado de gracia, de felicidad infinitas. Surgen muchos personajes, caras desconocidas, simbolismos que explican a veces mis dudas, mi fé, mis añoranzas.  Y ahí está también está la Virgen, la historia de Cuba, La Habana. Hay mucho, mucho de La Habana.
– Ya has hecho varias exposiciones.-Unas cuantas, pero importantes, considero dos, y ahora, una en una galería en Madrid, en el Centro Cultural Puerta de Toledo y después en Lisboa.
– ¿En qué otros proyectos están ustedes trabajando?

Yo estoy aún trabajando para completar la muestra que presentaré en Madrid y Lisboa, que hemos titulado “Las cosas imposibles”.

Adicionalmente trabajo también en la concepción y producción de los proyectos de  José María, por eso te hablaré de ellos. 

En lo inmediato José María, en octubre estará en varias ciudades de España, en concierto, y yo con mi exposición. Pero él siempre está componiendo y con ideas nuevas. Estamos pensando para el año que viene preparar un homenaje a Lorca, escenas lorquianas. Lo está trabajando ahora como piezas para piano, pero en realidad teníamos el interés de que fuera algo más ambicioso, con músicos, cantantes, actores; algo así como una presentación de Lorca en La Habana, en el ochenta aniversario del asesinato del poeta. Vamos a ver si el tiempo y la inspiración lo permite. Paralelamente Jose está trabajando con Pablo Milanés en un disco con canciones que nadie conoce de la Vieja Trova cubana y que se iban a perder de otra manera, porque solo las conoce él, que es un apasionado de esa música desde que era casi un adolescente. A los veinte años fuimos juntos hasta Santiago de Cuba con Rapi (Diego) y entrevistamos a los viejitos que tenían unas canciones que no llegaron a ser conocidas, preciosas, y que para nosotros fueron las canciones con las que nos enamoramos, las de las tertulias en la casa. Para Adrián, mi hijo, es como si fuera lo más conocido del mundo, pero casi nadie las ha escuchado, algunas de un candor, una ingenuidad, una belleza poética y melódica a veces muy llamativa; y otras tan disparatadas que resultan muy simpáticas por sorpresivas. Jose ha conformado un grupo de dieciocho canciones y ya tienen grabadas quince, faltan tres. En eso estamos, con Jose al piano y Pablo Milanés cantando, ¡una maravilla!.