Descarga habanera para visitantes afortunados / Sobre performance realizado con Zaida del Río (Mayo 2014) por Rachel D. Rojas
Aquello, sin grandes pretensiones —como en la sala del hogar—, fue el gesto de los artistas para celebrar el Día Internacional de la Mujer; uno genuino, después de tanta postal manida, de reiteraciones sobre lo que significa ser “la reina” del hogar y mayor sarta de encasillamientos.
Por: Rachel D. Rojas
Mayo 2014
Fuente: pendiente
Resumen: Nada (aparentemente) espectacular, solo José María Vitier al piano, y Zaida y Silvia delante de un cuadro por terminar. O todo lo espectacular que eso es: “Hace más de 20 años estoy tocando entre estas pinturas [las de Zaida], así que para mí esto ha sido como estar en mi casa”, dijo el músico (fundador de Síntesis) cuando la descarga hubo concluido. Eso: una rutina con décadas de madurez al alcance de todo visitante afortunado.
“Nosotros somos grandes amigos”, confirmó Zaida: los labios rojos de siempre, sombrero con plumas, las manos teñidas con los colores de un cuadro propio y un gajito de manzanilla en el bolsillo trasero de su pantalón ajustado. Ella, que es una verdadera showoman, reitera: “Nosotros nos amamos”. Compartir el espacio de creación con Silvia fue, de modo perceptible para todos, un ejercicio de diversidad: una, protagonista; la otra, a la sombra de la paz que el arte le provoca. “¡Somos personas tan diferentes!”, sonríe Silvia.
“Esto es básicamente lo que hacemos en casa: Jose componiendo y yo pintando; a veces le pido que toque más suave, porque me dejo llevar por la música y comienzo a acelerarme. Hay una correspondencia total en ese sentido. Y pasó algo increíble: cuando empecé a pintar, él comenzó a escribir poesía. La vida es así”, revela la esposa del autor del Tema para Silvia y José Adrián (1974).
Descubrimiento: “Puede que haya sido el efecto de escuchar a José María las 24 horas”, esa es la explicación que Zaida brinda para el comienzo de Silvia Rodríguez en la pintura. Antes escribió, sobre todo letras de canciones, pero hace un año y sin explicación mediante optó por las artes plásticas.
Silvia trabaja fundamentalmente con maderas, es casi un acto escultórico. “Trae vetas —dice—, como cuando uno mira las nubes y se imagina figuras, solo que en la madera no es tan efímero. Lo que hago es enfatizar la imagen que veo en esas vetas”.
En diciembre pasado tuvo su primera exposición en la Galería Carmen Montilla, Primeras Miradas. Ahora trabaja con maderas de 1860, traídas de Remedios, un pueblo del centro de la Isla que ha sobrevivido a tres grandes incendios, y donde se realiza de las fiestas populares más reconocidas en el país. “Esa madera fue un regalo de la gente de allí, de donde también es Zaida; son patas de sillas, pedazos de ventanas, etc. Es un material ya exorcizado y a donde primero irán esas piezas, cuando estén terminadas, será de regreso a ese lugar”, cuenta Silvia.
Todo parecía haber terminado. Era el momento de los agradecimientos y los aplausos. El cuadro “Unidos por el agua” —cuyo título se debe a que este año está dedicado a ese recurso natural—comenzaría a secar sus trazos para luego formar parte de alguna colección o museo en la Habana Vieja. Pero Zaida de Río estaba allí: “¿Tomaron café? ¿Les gustó? Lo hice por la madrugada, pero, ¿creen que con cafetera? No, con un jarro hirviendo, como los carreteros, así que si tomaron borra, I’am sorry. Y sepan que está ligado con un paquetico de café de la bodega, ustedes saben”.
La música que hacía unos minutos brotaba del piano y los dedos de Vitier continúa resonando en los muros añejos de la casa de un Conde antiguo, de apellido Cañongo además, y también en los oídos de los mismos visitantes afortunados, con apellidos más comunes y los pasos más ligeros desde esa mañana.